Zona cero: alerta sostenibilidad

Para mantener el ritmo de vida actual, en el año 2050, necesitaríamos los recursos naturales equivalentes a tres planetas. Anualmente, se recogen 11.200 millones de toneladas de residuos sólidos en todo el mundo. Solo se ha reciclado el 9% del desecho del plástico en toda la historia, mientras que se compran un millón de botellas de este material, cada minuto. Alergias, problemas en la piel, insuficiencias cardíacas, desarrollo del cáncer, alteraciones en el sistema inmunológico…»El estilo de vida de hoy es insostenible», indica la ONU.

Cada vez está más claro que la humanidad debe reciclarse, tomar consciencia, cambiar sus costumbres. Pero, ¿cómo lograrlo cuando el mundo está hecho para consumir y tirar todo lo más rápidamente posible? cuando a nadie le gusta pasar calor en verano, ni frío en invierno. ¿Es suficiente no vender bolsas de plástico, comprar alimentos orgánicos o prendas de vestir recicladas? Quizás todo esto sea como una gota de aceite en el mar. 

Necesitamos una cultura y un entorno que nos invite a la economía circular, reutilizando todos nuestros recursos para, no solo cuidar del medio ambiente, sino de nuestra propia salud. Por desear, podríamos pedir una ciudad donde haya coches, pero que no contaminen; energía, pero que sea limpia e industria, pero que sea transformadora de los residuos naturales para convertirlos en otra cosa.

Y esa ciudad está a punto de ser cartografíada: Aguaduna, estado de Bahía, país Brasil.

Aguaduna es un proyecto de ciudad circular, una ciudad cédula de investigación, que está poniendo en marcha un conglomerado de empresas, dirigidas por la pyme catalana, SGA Office. Su fundador, Tarek Al Masri, se ha puesto a la cabeza de este ambicioso plan , frente a un equipo multidisciplinar de profesionales, cuyo nombre ya nos da una idea de sus objetivos: Kei Resilient Cities (ciudades resilientes).

Con una inversión total estimada de 2.000 millones de euros y una creación de más de 30.000 puestos de trabajo, la nueva urbe espera acoger a unos 36.000 habitantes, en un periodo de unos 15 años. Actualmente se encuentra a punto de comenzar la fase 1. Los objetivos están muy bien definidos: reutilizar recursos y residuos y la participación ciudadana en la economía circular. Todo ello sin renunciar a las comodidades propias de nuestra época: a través de múltiples planes de movilidad eléctrica y compartida, concienciación y sistema de recompensas, respeto al entorno natural, etc. «Aguaduna tendrá un 86% de zonas verdes«, nos cuenta el promotor.

¿Qué hacemos con estas tierras? El origen del proyecto

Si bien las primeras civilizaciones se asentaron en los márgenes de los ríos, de los que extraían múltiples beneficios, las ciudades del siglo XXI están usando la tecnología para, de alguna manera, volver a acercarse a la naturaleza. Y no podemos decir que, a estas alturas, haya mucha tierra que «conquistar» y donde levantar nuevos «asentamientos». Por eso, Aguaduna  es más que una ciudad, es una plataforma donde experimentar y lograr la conciliación entre industria y medio ambiente, todo ello con una mejora continua del desarrollo urbano.

Pero, ¿cómo empezó este ambicioso plan en Brasil? Como en casi todas las grandes ideas aquí también hubo algo de casualidad. Dos grandes familias españolas, los Matute y los Espallargas tenían un terreno en los alrededores de Entre Ríos, un municipio brasileño de la provincia de Bahía, que no veían la manera de poner en valor. Fue entonces cuando se pusieron en contacto con la pyme SGA, especializada en desarrollar negocios y contextualizar proyectos basados en la sostenibilidad,  que ya llevaba un tiempo pensando cómo construir un nuevo modelo de ciudad.

Esta toma de contacto, a finales del año 2019, fue como unir dos piezas de un puzzle: por una parte, la idea y, por otra, un lugar donde desarrollarla. «Nos hemos dado cuenta que, con los crecimientos de la población en las últimas décadas, la mayoría de las ciudades ha visto superada sus infrestructuras. Y eso ha derivado en problemas de congestión, de salud y otras complicaciones que merman la calidad de vida», nos cuenta Tarek.

Junto a sus socios, el equipo de Tarek comprobó que el terreno que se les ofrecía estaba en medio de pequeñas poblaciones dispersas, que no tenían un punto de conexión con infraestructura y servicios de primera necesidad. Por tanto, Aguaduna se convertirá en epicentro donde desarrollar unos sistemas a escala pequeña que luego puedan instalarse en entornos mayores. «Se va a ir expandiendo como una mancha de aceite«.

La alianza entre las familias dueñas de la zona y la pyme catalana ha ido necesitando de otros partners con los que han llegado a acuerdos. Cada socio va a ocuparse de un aspecto vertical del proyecto. Entre las empresas están Siemenes, Prosegur o Enel. Al final, se trata de un proceso de ‘co creación’, «entendemos que es una manera en la que se tienen que hacer las cosas, hoy en día».

calle aguaduna

Las soluciones circulares de Aguaduna

Las ciudades, tal y como las conocemos, utilizan un modelo lineal de los recursos, de manera que estos, una vez utilizados son desechados. Por ello, hemos llegado a un punto casi insostenible, donde cada vez hay menos recursos y más basura con imprevisibles, pero poco optimistas, consecuencias para la población.

La ciudad cédula de Aguaduna está planteada para un aprovechamiento y reutilización de recursos y residuos, así como una implantación de modelos económicos sostenibles, como la agricultura regenerativa. «El planeta tiene una capacidad limitada de regenerar sus recursos y, si nosotros no entramos en ese ‘juego’, llegará un momento en que no podremos seguir explotando lo que nos ofrece la naturaleza».

En este aspecto aún hay mucho por descubrir. Tarek nos indica que, trabajando en la innovación de los sistemas, están descubriendo nuevas formas de energía, de fuentes de alimentación, etc… El abanico que se abre es demasiado grande. Por eso, Kei Resilient Cities se está centrando en las características del ecosistema donde va a desarrollar su ciudad sostenible y los problemas que sufre: una zona muy turística y endogámica. «Aquí el turista que llega al resort, prácticamente no sale de él. Pero quienes sufren las consecuencias de los desechos que esto genera es la población de los alrededores».

Cuando plantearon la circularidad de Aguaduna, lo primero que buscaron fue identificar el tipo de materias primas que tenían en el entorno, para luego crear una industria autóctona. La zona industrial partirá de la base de qué es lo que pueden reutilizar para crear nuevos productos, y no al revés. «Hay mucho residuo de coco, debido a la explotación de esa fruta aquí y podemos usarla para desarrollar productos para el sector farma, fabricar cremas, etc.«, nos cuenta Tarek. Lo mismo ocurre con el azúcar de caña, cuyo residuo puede usarse para hacer bioetanol.

Otro de los grandes problemas de las ciudades es la movilidad. En este proyecto se articulará en torno a dos ejes principales: la economía compartida y los vehículos eléctricos. Los no residentes que visiten la ciudad no podrán circular con vehículos privados y tendrán que usar una plataforma para compartir.

Con respecto a la electricidad, el gran campo de batalla de ciudadanos, empresas y Administración, la idea es que la ciudad sea capaz de generar el 100% de esta energía. Pero, a corto plazo, solo van a conseguir la mitad, utilizando tecnologías fotovoltaicas, poniendo pequeños parques internos en las comunidades de vecinos. «Los propietarios participarán en esa gestión«, mientras que la restante la dará, de momento, un proveedor local de energía limpia.

El gas verde y la reutilización del agua

El gas, otra de las energías más utilizadas e imprescindibles, supuso todo un desafío para el desarrollo del proyecto. Hasta que descubrieron el «gas verde», parecido al natural en su utilización, pero que procede de residuos orgánicos. Así, puede usarse para la calefacción, climatización, vehículos que funcionen con hidrógeno… aunque el origen son desechos, tanto de las viviendas (basuras, lodos…) como de la industria. Por tanto, como su nombre indica, se trata de un gas versátil, limpio y renovable.

¿Qué pasa con el agua? ese bien tan escaso que ha sido el origen de tantos problemas entre regiones. No tenemos que ir muy lejos para buscar ejemplos, el Plan Hidrológico Nacional, que se aprobó en España en 2005 para el trasvase del Ebro, provocó el enfrentamiento entre las comunidades por las que pasaba este río y las que se iban a beneficiar de él. Terek nos cuenta en la entrevista que el uso no eficiente de los recursos hídricos ha sido y es un gran problema. Pero, ¿cómo abordarlo? En Aguadura se van a basar en datos, Inteligencia Artificial y Big Data para llegar a «una solución eficiente».

«Pondremos en marcha un modelo digital para controlar y optimizar todo el proceso del ciclo del agua: desde la captación, hasta el consumo y reutilización de la misma».

Con la digitalización del proceso se generará mucha información con la que, a través de tecnologías de analíticas, podrán hacer predicción de acuíferos, analizar pérdidas en la distribución o pronósticos de ciertas enfermedades (detección de patógenos en el agua, como el covid).

Los primeros habitantes de Aguadura, educados para preservar este modelo de ciudad

La digitalización jugará un importante papel en la estrategia hídrica de esta ciudad cédula pero, como nos cuenta el director del proyecto, no valdría de nada sin la concienciación y la educación de sus habitantes. «Si nosotros trabajamos en todo el proceso del ciclo del agua, pero luego la gente deja el grifo abierto, todo el esfuerzo que hagamos se pierde». La concienciación es fundamental, «la trabajaremos desde la formación y la bonificación, con propuestas de gamificación para los ciudadanos».

No obstante, en 15 años, los precursores del proyecto esperan que Aguaduna tenga 16.000 habitantes. ¿Quiénes serán estos primeros moradores? Evidentemente, no llegarán todos de golpe ni serán personas que busquen allí su jubilación sino, primero, trabajadores de las empresas de la ciudad y, más adelante, familias brasileñas de los alrededores que quieran «huir» del agobio de las grandes urbes.

«Parte del acuerdo de co creación con nuestros partners, es que creen puestos de trabajo allí. Estos trabajadores serán los primeros moradores de la fase 1, que calculamos en unas 10.000 personas que se instarán en un plazo entre tres y cuatro años». Los centros de innovación de cada vertical estarán en el (llamémosle así, aunque suene algo peyorativo en un contexto «verde») polígono industrial de Aguaduna. A partir de aquí, «vamos a intentar atraer a profesionales relacionados con la innovación y las tecnologías como smart cities».

El proyecto se volverá cada vez más ambicioso: «Queremos que el hub de innovación de las empresas instaladas allí nos ayuden a desarrollar otros proyectos similares en otras ciudades».

La Administración Pública de Aguaduna

La ciudad está concebida como un proyecto de gestión privada aunque, lógicamente, también existirán servicios públicos y contará con el visto bueno de la administración brasileña. De hecho, el proyecto ha demorado su arranque porque necesitaba la aprobación del organismo de medio ambiente del país carioca. Una vez toda la burocracia en orden, ahora mismo, las empresas implicadas están trabajando en los proyectos ejecutivos, que se esperan acabados a finales de año, y en la estructuración económica, para empezar a «poner ladrillo» a principios de 2022.

Así, las características de la fase 1 serán las siguientes:

  • 10.000 habitantes
  • 2.000 viviendas construidas
  • Varias plazas hoteleras
  • Industria de innovación completada al 100%
  • 86% de zonas verdes, certificado y monitorizado por empresas especializadas
  • Plazo: entre tres y cuatro años, máximo

«Aguaduna tendrá que tener un alcalde, pero te aseguro que yo no lo seré«, nos cuenta Tarek riendo, ante nuestra duda de cómo van a encajar ahí una administración local y cuales serán sus competencias. Sobre todo teniendo en cuenta que es un proyecto muy controlado por la parte privada. Tarek nos la define como «un condominio de condominios, regido por la legislación brasileña y una gestión absolutamente privada». De hecho, también están organizando un sistema de «gobernanza digital» para la participación ciudadana, usando un sistema de blockchain.

Esta plataforma se basará en el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU, tanto a nivel social como ambiental. «Estamos en conversaciones con este organismo internacional para instaurar sus métricas. Lo deseable sería que todas las ciudades, en general, tomasen esa información para mejorar la calidad de vida de los entornos y los ciudadanos». Este sistema genera una trazabilidad de todos sus procesos para que haya una «transparencia absoluta» a la hora de medir la eficiencia y comunicársela a los futuros ciudadanos. También servirá de conexión con la Administración Pública.

«Nos imaginamos el futuro de la ciudad con acuerdos públicos privados», nos resume Tarek. Es una realidad innegable que las ciudades, en general, se están sofisticando y que sus ciudadanos están digitalizados y demandan más a través de estos canales. Los gobiernos no tienen el ‘expertise’ para llegar a todas las capas. La idea inicial del promotor de que el proyecto de Aguaduna se expanda «como una mancha de aceite» cobra ahora todo el sentido.

 

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