La prudencia financiera mantuvo en pie a las pymes en la crisis de 2009
Cuando aún estamos inmersos en la recuperación de la crisis del COVID-19, conviene echar la vista atrás y recordar la anterior crisis, la Gran Recesión de 2009.
Para analizar lo que sucedió, el Observatorio de Inteligencia Económica puesto en marcha por Crédito y Caución, Iberinform y ESIC Business & Marketing School ha estudiado en detalle los estados financieros de 13.000 pymes entre 2009 y 2019 con el objetivo de identificar aquellos factores cuya evolución influyo más en la supervivencia de las pymes españolas y proponer recomendaciones estratégicas que contribuyan a mejorar su resiliencia en un mundo global.
Las empresas supervivientes a la Gran Recesión fueron capaces de soportar, durante los peores años de la crisis, rentabilidades económicas negativas superiores al 25%. Para lograrlo, realizaron una gestión muy prudente de sus recursos, primando la adaptación al ciclo, elevados niveles de tesorería, recursos propios y calidad de la deuda financiera y comercial.
Factores decisivos
El primer elemento crucial fue su capacidad de adaptación, actuando siempre al calor del ciclo. Llevaron a cabo con mucha agilidad, en la fase recesiva inicial, desinversiones significativas de activos fijos para ajustar sus necesidades a la caída de actividad y volvieron a invertir, para ganar capacidad productiva, a partir de 2014.
El segundo elemento común de las supervivientes es el esfuerzo por mantener intacto el patrimonio neto, un elemento esencial para dotar de estabilidad al fondo de maniobra con el que la empresa atiende sus obligaciones. En todas las fases del ciclo este se mantuvo dentro del rango del 10% al 12%, lo que indica que muchas de estas pymes acudieron a préstamos participativos o ampliaciones de capital en las fases más duras de la crisis, cuando la empresa no era capaz de autofinanciar su dotación.
El tercer factor decisivo fue la atención permanente de estas empresas a su deuda financiera. Su política inicial de desinversión les permitió aligerar su endeudamiento cerca de cinco puntos entre 2010 y 2013. En el punto de giro del ciclo, 2014, incrementaron con decisión su deuda cerca de ocho puntos para invertir en capacidad productiva. Su suficiencia en la fase expansiva, con rentabilidades cercanas al 10%, les permitió volver a reducir su apalancamiento diez puntos entre 2015 y 2019. Más importante aún que sus niveles de deuda fue la calidad de la misma. De hecho, la deuda financiera a largo plazo representa, a lo largo de todo el ciclo, alrededor de cuatro veces la deuda a corto.
Esta calidad de la deuda se apoya también en la gestión del crédito comercial. La financiación espontánea obtenida a coste cero de proveedores y acreedores comerciales se presenta como una importante palanca financiera de estas pymes. La cuantía de las cuentas por pagar a los proveedores representan, a lo largo del ciclo, entre 1,8 y 2,1 las cuentas por cobrar a los acreedores.
Todos los factores anteriores permitieron a las pymes que gestionaron con éxito la Gran Recesión de 2009 mantener unos elevados niveles de liquidez inmediata para poder afrontar sus pagos a corto. A lo largo de todo el ciclo, los niveles de tesorería se mantuvieron en un rango constante, entre el 16% y el 21% de las ventas.
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